El blus es una música con más sentimiento que argumento narrativo, y más tristeza que algarabía, amiga de la soledad, cercana a la melancolía, al lamento y al dolor. Aunque sus orígenes están en los grupos afroamericanos, del sur de los Estados Unidos, y sus compases repetidos tienen poco que ver con el folclore segoviano, interpreto su queja como el llanto de la Segovia profunda.
La lectura es un derecho, y debería ser también una obligación, aunque, a la fuerza, las cosas entran mal. Cura más que las medicinas: ejercita el cerebro, favorece la salud intelectual, calma el estrés, rebaja la angustia, retrasa el alzhéimer, estimula la creatividad, permite que volemos sin necesidad de aviones, nos aporta conocimientos y seguridad… Ayuda a que seamos menos manipulables, más libres.
De canciones, curas, libros y autobuses sé algo.
En 1988, con el fin de acercar el derecho de la lectura a muchos segovianos repartidos por la provincia, huérfanos de bibliotecas, la Diputación creó un servicio especial, que perdura. Ahora, llega a 133 pueblos. En él trabajan seis empleados (bibliotecarios y conductores), a cargo de tres autobuses adaptados como bibliotecas móviles. Son los bibliobuses de la Diputación.
Si me cruzo con ellos por las carreteras, su tuneado divertido me hace sonreír. En marzo, al documentarme para una crónica en El Adelantado sobre los clubes de lectores, encontré que este servicio tenía su propia tertulia, por videoconferencia, creada durante el confinamiento de la pandemia, en 2020. Al terminar las restricciones, los tertulianos decidieron seguir y, cinco años después, el club del bibliobús tiene vida propia, nutrido por lectores que se conectan cada mes para comentar el libro elegido. Los próximos serán: El juego de la reina (mayo) y Los humores de la tierra (junio).
Esmeralda Arribas me invitó a participar en la videotertulia de marzo y volví a ver que son más las mujeres que leen, y los hombres menos. Escribí una reseña al final del citado artículo, que a Esmeralda le supo a poco, lo mismo que a mí, así que concertamos una crónica entera sobre los «bibliobuses de la Dipu», a los que tendría que conocer mejor y por dentro. Entonces me invitó a que me sumara a una de las rutas. Elegí la que me resultaba más cómoda y cercana.
¡Al lío! El lunes 28 de abril hemos comenzado en el colegio «Miguel de Cervantes», de Navas de San Antonio. Los niños entregan y recogen cuentos, cómics, revistas, literatura infantil… Salen del bus contentos, con los libros debajo del brazo. Por sus rasgos, palpo en algunos su origen multiétnico, pero me dicen que todos han nacido en España. Aquí crecerán, y luego somos de donde crecemos. Su integración plena vendrá con los juegos, la lengua, la lectura, la educación, la cultura, el trabajo…
Después, aparcamos en la plaza de Navas, donde esperan mujeres que identifico como antiguas alumnas del transporte, que yo llevaba en el taxi de mi padre al cole de El Espinar. Mientras recogen sus libros, Carmelo coloca los ejemplares entregados, yo repaso las estanterías: novedades, novela histórica, DVD, revistas de hogar y cocina, espacio violeta, sobre feminismo e igualdad… Encuentro títulos muy cercanos: Historia del Transporte de Segovia, Los gabarreros de El Espinar… y una joya descatalogada, muy cotizada en el mercado de segunda mano: Cancionero de Castilla, de Agapito Marazuela, editado en 1981 por la Diputación de Madrid. Carmelo Arranz ayuda a subir y bajar del bus a niños y adultos. Conduce muy bien y es mecánico. Me lo llevaría ya.
La siguiente parada es en la Estación de El Espinar. «Estación, te quiero». Mientras los lectores eligen sus piezas, Esmeralda me explica detalles con entusiasmo: «No sólo prestamos libros, en el bus tramitamos la tarjeta verde (amarilla para los niños), que da acceso a todas la bibliotecas públicas de Castilla y León, organizamos concursos literarios, facilitamos los préstamos colectivos a los club de lectura de la provincia, atendemos los encargos, gestionamos la compra de ejemplares del fondo documental de la Diputación, celebramos conferencias y encuentros, impulsamos un programa de animación a la lectura… Da gusto trabajar, si notas la respuesta feliz de las personas». Cierto.
Pilar González Blázquez entrega una novela de Javier Cercas y coge uno libro de Paulo Coelho, Valkirias. Luego, charla con nosotros. Vino hace varias décadas con su marido a La Estación, conocen el frío de esta umbría del Guadarrama, pero lo combaten bien, gracias al abrigo de los vecinos, las actividades de la asociaciones en las que participan y, sobre todo, la lectura.
Me despido de Esmeralda y de Carmelo; y cuando llego a casa, no hay luz. Ya vendrá, tampoco me es imprescindible. Releo el ejemplar de Rayuela que me dejó Tatán en casa, esbozo en mi cuaderno el borrador de esta crónica. Al atardecer, con la excusa de que le llevo un libro sobre música a Damián, busco a mis nietos y los encuentro radiantes, ellos me dan toda la luz que necesito, y más. Localizo el viejo transistor que me acompañó la noche del 23 F, le pongo pilas y funciona. Escucho noticias sobre el apagón y música. Se me despiertan emociones dormidas. A las dos y veinte de la madrugada vuelve la luz. Sintonizo Los 40 Classic y suena la voz de Miguel Ríos: Vivo en la carretera / siempre miro hacia el sur / el blus del autobús.
Quiero estar informada
Me parece muy interesante para fomentar la lectura a todas las personas, tanto jóvenes como adultos y aprovechar los comentarios, que siempre son muy enriquecedores.
Buen trabajo