Entrevista al misionero Jesús Torres, en Sabie, Mozambique, publicada en El Adelantado de Segovia, en el año 2007. Jesús Torres nació en Pinillos de Polendos hace 63 años. Hijo de Eustaquio Torres “El Rufo” y de Beatriz Bravo, cursó los estudios primarios en Pinillos, donde la estética mágica de la motocicleta de don Amancio encandiló su vocación primera y última: “Madre, yo quiero ser cura, como don Amancio”. Luego, en el Seminario de Segovia, estudió Bachillerato y descubrió una ilusión complementaria, ser misionero; embargado por esa idea, completó estudios de Filosofía y Teología en el Seminario Misiones de Burgos. En el verano de 1970, San Rafael fue su primer y breve destino; de aquí pasa a El Espinar, también como coadjutor. En enero de 1971, don Antonio Palenzuela, el obispo culto y bueno, le encarga la parroquia de La Estación de El Espinar, que comparte, entre 1979 y 1984, con la de San Frutos, en La Albuera de Segovia.
Durante aquellos 25 años, me consta que compaginó su sacerdocio con otros trabajos: albañil, carpintero, fontanero, jardinero y profesor de los institutos de El Espinar y Andrés Laguna de Segovia; puedo dar fe de que también impulsó asociaciones vecinales, se comprometió sin tapujos con el proceso democrático, alentó inquietudes, sembró valores nobles, plantó cara a la injusticia y nunca dio un paso atrás.
En enero de 1985 marchó a Mozambique, donde se ha convertido para muchos en nuestro singular embajador en uno de los países más pobres. Cuando marchó, le dijimos: “Que sepas que no te vas, te mandamos”. Y en eso seguimos, en esta cadena humana, invisible y solidaria, que va desde Pinillos, Segovia y El Espinar hasta el Sur de África. El año 2006 lo pasó en España, reponiéndose físicamente y estudiando en la Universidad. En febrero volvió a Mozambique.
Juan Andrés: ¿Qué has hecho en estos 23 años en Mozambique, querido amigo?
Jesús Torres: En 1985, llegué a Mozambique con la idea de ser misionero, pero aquí me destinaron al Seminario Bon Pastor de Beira, que tenía unas instalaciones muy precarias; en este tiempo, se ha transformado es un institución digna, con una granja y una huerta que aseguran cierto grado de autoconsumo; pero lo más importante es que ya es un proyecto autónomo, hace más de un año fui relevado como rector por uno de mis primeros alumnos. En lo personal, he vivido intensamente la realidad de un continente desconocido y apasionante; me he empapado de su cultura, he aprendido de sus gentes mucho más de lo poco que yo he podido enseñarles y, sobre todo, he cumplido con mi trabajo: difundir el Evangelio como creo que es, un mensaje liberador que ayuda a que cada persona descubra su propia vida. Ahora compruebo que he sido más evangelizado por los mozambiqueños que ellos por mí; en el fondo, evangelizar es un diálogo permanente del que siempre se aprende, y hay mucho que aprender de África.“Con el proyecto Kupfunana queremos mejorar la sanidad en una zona muy desatendida”

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- A. ¿Y cómo es África?
- T. Muy distinta de la imagen dramatizada y llena de tópicos que se suele tener en Europa; Es cierto que África es pobreza, miseria, malaria y sida, pero te aseguro que también es alegría, ilusión, esperanza, imaginación, entusiasmo y ganas de vivir.
- A. ¿Llega bien y es eficaz en África la ayuda humanitaria?
- T. Lamentablemente, la ayuda internacional sirve muchas veces para financiar a dirigentes corruptos o para engordar a una nueva oligarquía o, lo que es peor, para sembrar guerras; también hay alguna ONG que fomenta una especie de “turismo humanitario” poco ético, pero estas cosas no debe mermar nunca la colaboración solidaria de la gente; yo deseo que la solidaridad no se termine con la entrega de un donativo en un “telemaratón”, sino que cada persona se preocupe por saber adónde va esa ayuda, quién la gestiona y para qué sirve.
- A. ¿Tu etapa en el Seminario de Beira ha concluido?
- T. Sí, funciona bien y ya no me necesitan; por fin puedo volcarme en la idea primera que trajo a Mozambique: adentrarme en el campo y trabajar en proyectos básicos. Ahora estoy en Sabie, distrito de Moamba, en la frontera con África del Sur, a 90 kilómetros de la capital, Maputo. Mi parroquia abarca un área de 2.000 kilómetros cuadrados, en ella sólo hay un centro sanitario muy básico, atendido sólo por un enfermero, y por un médico que se desplaza desde Moamba una vez por semana.
- A. ¿Cómo te mueves por allí y dónde vives?
- T. Con un coche de segunda mano que marcha muy bien; es mi principal arma de trabajo y con él llego a las pequeñas aldeas, muy diseminadas unas de otras y por malos caminos. Ya lo conocen todos y se alegran cuando lo ven llegar. Tengo una buena casa; estaba abandonada y en ruina; la hemos rehabilitado, con poco dinero y mucho trabajo. Desde aquí y con el coche, ya puedo hacer más cosas
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- A. Háblanos de ellas y dinos cuánto necesitas
- T. El proyecto se llama Kupfunana (ayudarse unos a otros) y consiste en acercar, lo más posible, los servicios sanitarios a la población de la zona, donde el 80 % son niños a los que no llegan las vacunaciones ni los tratamientos para las enfermedades más cotidianas. Necesito poco, 118.000 euros me arreglo; ya tengo proyectada la construcción de 10 dispensarios, con mobiliario, farmacia, coches-ambulancia y la contratación de 10 enfermeros durante cinco años.
- A. Con tu sueldo no creo que puedas hacer mucho.
- T. En Mozambique dependo del obispo de mi zona, que no me puede pagar un solo metical; si embargo, recibo unos 1.200 euros al año del Obispado de Segovia, que además cotiza mi seguridad social. Es obvio que se trata de una cantidad insuficiente para hacer cosas, pero también cuento, como tú bien sabes, con esa ayuda silenciosa de muchas personas que canalizan aportaciones periódicas en las cuentas de Caja Segovia. También me han ayudado mucho el Ayuntamiento de El Espinar, la Obra Social de Caja Segovia y el Obispado de Segovia. Supongo que seguirán haciéndolo.
- A. ¿Estás preparado para esta nueva etapa?
- T. Mentalmente lo he estado siempre, es el trabajo que me trajo aquí y nunca pude realizar de forma plena; durante el año 2006, estudié en Madrid unos cursos de educación a adultos, alfabetización y actualización teológica, y contacté con el “Plan África”, del Gobierno de España. Pero ahora, lo que más me ayuda es lo poco que aprendí de mi padre, en Pinillos, como buen agricultor y pastor de ovejas que fue.
- A. Hablas como si tuvieras 20 años y tienes 63, has sufrido docenas de malarias, una hepatitis B y varios achaques. Antes, en Beira, vivías en una ciudad, tenías al lado un médico cubano amigo, una habitación en la que reponerte cuando enfermabas, algunas medicinas, un teléfono, Internet y, cuando venías a Segovia, Santiago Goya te echaba un repaso ¿No te parece una temeridad adentrarte solo en la selva?
- T. En absoluto; ahora me encuentro bien de salud. No alarmes tanto, querido amigo, además no estoy solo, tengo el apoyo de otro sacerdote de Zamora; si nos pasa algo a alguno, sabremos ayudarnos, y la gente de aquí también tiene su ciencia y sabrá atenderme si me pongo malo. ¿Vas a hacerme una entrevista o a regañarme?
- A. Esa casa no tiene mala pinta, ¿tiene alguna habitación libre?
- T. Por supuesto. Te espero, y también a todos los que quieran conocer la verdadera África. Aprovecho que estamos en Adviento para desearos feliz Navidad. Este año no iré a Segovia; os echaré de menos, pero debo pasar la Navidad aquí, con mi gente.
Ligero de equipaje. Juan Andrés Saiz Garrido
Si me gusta ir a recoger a Jesús Torres al aeropuerto de Barajas -además de la emoción de reencontrarme con él y la felicidad que implica verle sano- es por lo poco que tengo que esperarle en la terminal de llegadas internacionales; siempre es el primero de los pasajeros que sale por la puerta de cristales, porque nunca se entretiene en recoger maleta alguna, todo su equipaje lo lleva siempre en una simple bolsa de viaje.
Este año no, este año Jesús no viene a Segovia en Navidades, y me quedo -nos quedamos- huérfanos de esa emoción; me dice que es mucha la tarea que tiene allí y mucho lo que vale el billete de avión; y aunque la gente de Pinillos siempre está dispuesta a pagarlo “a escote”, presiento que Jesús no quiere ser carga para nadie. Pero imagino que las razones fundamentales son otras: entiendo que desee compartir estas primeras Navidades con sus nuevos parroquianos y que tampoco quiera perderse un solo día de trabajo en ese proyecto tan ilusionante que nos ha dibujado, y que ya comienza a tomar forma.
Desde que sé que Jesús no viene estas Navidades, me ronda por la cabeza la posibilidad de ir a Mozambique para verle en su salsa. Tiempo.

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