El  Adelantado de Segovia. Crónicas del Sentimiento.  El pasado lunes 26, el misionero Jesús Torres celebró su 80 cumpleaños en un avión, con destino a Mozambique. Kupfunada ONG ya está registrada legalmente en España, aunque el proyecto funciona desde 1984, año en que anunció su marcha y los vecinos de la Estación de El Espinar le dijeron: “No te vas, te mandamos”. En este último viaje lleva el apoyo de más de un centenar de socios, junto al resultado de las últimas actividades: cocido de Pinillos, carrera solidaria del CRA Los Llanos de Valverde, representación y venta de una novela de Abella en librería Diagonal, mercadillo solidario de Madrona… Una vez en Mozambique, la primera tarea será constituir legalmente Kupfunana-Mozambique ONG.

Hace 17 años, viajé a ese país para comprobar el estado de salud de Jesús, pues había sufrido una nueva infección de malaria. Además, llevaba el encargo de ver la situación del proyecto de diez consultorios sanitarios en la zona, con la ayuda de la Obra Social de Caja Segovia y del ayuntamiento de El Espinar. Me acompañó mi hijo Tatán, agente forestal.

En Sabie, donde nos acoge Jesús, compruebo que ya está restablecido y que las obras comienzan. Pronto, vemos muchos proyectos de cooperación abandonados; para evitar esos fracasos, Jesús facilitará a los nativos trámites, materiales, financiación… pero ellos deben colaborar. Lo tiene muy claro: “Las personas valoramos aquello que logramos con nuestro esfuerzo; no se trata de hacer muchas cosas para la gente, sino con la gente”.

En una asamblea, la lucha dialéctica con los nativos para recabar su implicación es dura. Una mujer con un niño a la espalda se encara con el que manda; las otras mujeres la jalean y el jefe agacha la cabeza. Me invitan a intervenir. Hablo en español y Jesús me traduce a su dialecto, el changana. Les digo que soy enfermero en Segovia y que muchas personas apoyamos los proyectos del padre Jesús. Les advierto de las trampas de la emigración a Europa, aunque les reconozco su derecho a intentarlo, ¡cómo no!, pero advierto que les será muy difícil pasar fronteras, cruzar el mar, legalizar su estancia y encontrar un trabajo digno. Les recuerdo que, al marchase, desangran Mozambique, pues emigran los mejores, incluso a riesgo morir en el camino; así, les animo a seguir allí, con sus raíces y su cultura, fortaleciendo su tierra. Les confieso, además, que los españoles deberíamos cooperar más y mejor, para que los africanos no tengan que emigrar. Al final, me abrazan y me regalan dos gallinas.

De regreso a Sabie, Jesús resume lo que dijo la mujer valiente: “Ha retado a los hombres a que, si ellos no trabajan, lo harán ellas, porque está en juego la salud de sus hijos”. Valoro el coraje de estas mujeres que, cada día, recaban el agua, cortan y transportan la leña, cocinan, asean la casa, crían la prole, cuidan el ganado, laboran la huerta y, si no lo hacen los hombres, levantarán ellas mismas esos consultorios. La vida se mueve en Mozambique gracias a sus mujeres.

Hemos visto de cerca los estragos del sida y la malaria, pero la principal causa de muerte infantil es el consumo de agua no potable y la limitada medicina preventiva. No todo son miserias y tristeza, los “changanas” hacen una fiesta de momento de asueto. Son “buena gente”, pero “muy suyos”, y creo que no aceptarán nunca a un blanco como uno de ellos; por eso le pregunto a Jesús si piensa quedarse allí, hasta el final. Me contesta que sabe cómo son y que sólo estará mientras crea que le necesitan y él pueda serlos útil.

Al amanecer, las mujeres aparecen por los distintos caminos, con un cántaro en la cabeza y un niño en un capacho de tela sujeto a la espalda. Los niños siempre sonríen. Los hombres cazan y pescan para comer; algunos tienen escopetas, pero la mayoría usa artes caseras. Si se escapa algún animal grande de la Reserva, son capaces de cazarle en el campo con trampas, y luego se lo comen. En la Reserva de Sabie, Tatán intercambia criterios con los guardas. Nos asombran las armas y los cuernos de rinocerontes requisados, que los furtivos consideran afrodisíacos: “Los cazadores blancos están locos, asesinan y hacen daño sin sentido”, dicen los guardas. Tatán reconoce que en la Reserva de Fuentes Carrionas también hay “cazadores locos” que cometen fechorías, para presumir con los trofeos.

Cuando se abre el día, el cielo de Sabie es más alto incluso que el de Castilla; sin embargo, por la noche es tan inmenso y cercano que casi puedo tocarlo. Miles de estrellas iluminan el poblado sin necesidad de luz eléctrica. Noto cómo me enamoro de estos rayos de sol que sale cada mañana para todos (lixile) y de los atardeceres color teja, cuando la bola de fuego se mete en la selva, con destellos tan bellos como los ocasos azules cantados por Antonio Machado, en Campos de Castilla.

El horizonte está salpicado de chozas humildes, algunas tienen antenas parabólicas, por las que se cuelan las televisiones del mundo. El espejismo de la sociedad de consumo está servido, hasta pueden acariciarlo con los dedos en la pantalla del televisor. Eso empuja aún más a los jóvenes a emigrar a Europa, en busca de su sueño. En Mozambique el tiempo ha estado parado durante siglos, lo mismo que en la España profunda.