Testimonio. Durante la enfermedad de mi hijo Tatán busque sin éxito una solución médica. También intenté enterarme de las posibles causas. Uno de los cabos sueltos surgió en el hospital de Segovia, cuando la doctora Isabel Gallegos le preguntó a mi hijo, el 26 de julio de 2011, si había sufrido algún disgusto grave, capaz de ocasionarle una crucial debilidad de su sistema inmunológico, y él recordó lo mal que se lo hcieron pasar en su primer destino como celador de medio ambiente.Desde ese día, no cesé de buscar información sobre el caso, a través de los medios de comunicación y de los compañeros forestales de mi hijo. Todo apuntaba a que el personaje más siniestro de la trama volvería a salir a la luz con alguna nueva fechoría. Mi estrategia era sencilla: seguir acumulando información y esperar.
Al año siguiente de su fallecimiento, el 17 de abril de 2013, la emisora Cadena Ser de Palencia saca a relucir un suceso en el que está implicado el celador mayor de la reserva. Dice así: “Escándalo en la Reserva de Caza de Fuentes Carrionas de la Montaña de Palencia. Investigan si el Celador Mayor de la Reserva falsificaba permisos de caza. Un informe de la Junta de Castilla y León ha sido el detonante de una investigación judicial que ha recaído en el Juzgado de Instrucción n.º 1 de Cervera de Pisuerga. Dicho informe, registrado en la Fiscalía el 21 de diciembre de 2012, habla de un permiso de caza que, según la Jefe del Servicio de Vida Silvestre, ella nunca firmó ni expidió. Recoge también que un cazador ha reconocido que pagó dinero al celador por una cacería. El celador defiende que utilizó el dinero para comprar medicamentos con el fin de tratar la sarna de los rebecos porque la administración carece de recursos. El fiscal ha dado traslado al juzgado al detectar indicios de delito. En posterior información, la misma emisora informa sobre la decisión de la Junta de Castilla y León de personarse como acusación en el procedimiento judicial abierto contra el celador mayor, por su presunta implicación en esta nueva cacería furtiva. La Junta da este paso para ejercitar las acciones penales y civiles que procedan contra el celador, al que ya abrió expediente disciplinario”. Según la emisora, la Junta le acusa de fraude, deslealtad y abuso de confianza por presuntamente llevar consigo a tres personas a dos cacerías no autorizadas, o lo que es lo mismo, furtivas, bajo la apariencia de legalidad. Presuntamente, según información emitida por la cadena de emisoras, el celador mayor les tramitó los permisos y les cobró sin pasar por el Servicio de Medio Ambiente. Después, el Diario Palentino informa sobre el caso: “Según el auto judicial, el celador, en día de descanso laboral, supuestamente salió a cazar con el vehículo oficial en compañía de su hijo, del vigilante de la Reserva y de un cazador que abatió un ciervo macho y un rebeco macho en sendas cacerías. Las cacerías, según el auto, no fueron autorizadas por la directora técnica de la Reserva. Afirma la juez que el permiso de caza lo realizó supuestamente el celador con un ordenador, estampando su firma mediante un garabato. Siempre según la versión que refleja el auto, el guarda sabía que en ese periodo la directora técnica estaba de vacaciones y fue él quien recibió en metálico las cuotas que pagó el cazador”.
De estas informaciones, deduzco que le han vuelto a coger en una nueva tropelía. Eso parece o quiero creer. Durante unos meses, voy acumulando más información y contactos. Llega un momento en que no puedo aguantarme más tiempo inmóvil. Debo seguir el rastro que me marca el pálpito de mi sangre.
A primeros de diciembre de 2013, con la mediación de un periodista amigo, me pongo en contacto por teléfono con otro de Palencia, que me facilita datos sobre un guarda de su confianza, en Cervera del Pisuerga. Me ha pasado el número de su móvil, pero estas cosas no son para hablarlas por teléfono, debo ir a Cervera. Le llamo, me identifico, le digo quién me ha facilitado su número y le pregunto si va a estar disponible mañana en Cervera, o alguno de estos días del puente de la Constitución, y si me puede dedicar unos minutos. Me confirma que a partir de la ocho de la noche podemos vernos mañana en El Patio, un bar de la plaza.
Me comen los nervios. Concierto alojamiento por teléfono en el hostal Pineda y confirmo que, en principio, dormiré una o dos noches. No tengo prisas. Los delitos suelen prescribir, pero la memoria de un padre y el derecho a que se haga justicia no caducan nunca.Llego a Cervera a media tarde, con tiempo para una visita rápida y discreta a la Casa del Parque. Me registro en el hostal y luego doy una vuelta por el centro. Antes de las ocho ya estoy en el bar, atento a los que llegan. Pronto, entra un joven con ropa verde y distintivos del Parque. Me incorporo de la silla y con la mirada nos reconocemos. Ya sentados, le hablo de amigos comunes, le comprimo lo que me mueve a estar allí y le pregunto si conoció a mi hijo Tatán. Calla y me mira con atención. Se hace un silencio y luego me dice: “Conocí a Tatán, fue un buen compañero, siento mucho su muerte; dígame qué quiere saber de él y veré lo que está en mano”. Le pido que me llame de tú. Resumo el proceso de la enfermedad de mi hijo y las dudas que tengo sobre su etapa en Carrionas, así como mi intriga por todo lo que está saliendo en los medios sobre el que fue su jefe, al que todos llaman Chuchi. Ambos entendemos que el bar no es el lugar más adecuado para la conversación y me invita a comer mañana en su casa. Al final, le digo que antes me gustaría dar una vuelta por el Parque, tal como hice en 2007 con Tatán. Me anima que a que suba, pero lamenta no poder acompañarme, pues mañana no estará libre hasta las dos.

Me quedo en el bar, como un bocadillo, consulto los mensajes del móvil y vuelvo al hostal, donde anoto algunos datos en mi cuaderno y repaso el mapa de un folleto del Parque. Me cuesta coger el sueño, valoro la suerte que he tenido con la persona, también me emociona volver a visitar los parajes que viví con Tatán, en 2007.Hace frío, pero luce el sol. Desayuno en el hostal y me encamino a Carrionas. Repaso el mapa y sigo con mi coche la ruta que no he olvidado: Guardo, Velilla, Otero, Camporredondo… bordeo el embalse por Vidrieros, paro en un mirador desde el que se otea el valle, me desplazo a Valcobero, el pueblo abandonado al que me llevó Tatan. A la vuelta, tomo una cerveza en el bar Soply, de Otero, donde, inesperadamente, escucho una conversación que surge entre clientes de la barra, a pocos metros de mí, que tiene como protagonista al Chuchi, mientras yo agacho la cabeza, clavo la mirada en mi folleto y soy todo oídos.
Una mujer madura dice con autoridad: “Es un guarro; siendo un mierda como hombre, siempre habla con arrogancia y soberbia, y mira a las mujeres como un obseso; un día estuvo aquí con otro guarda, venían de una reunión en la que una funcionaria del Parque les había dicho que los visitantes tenían derecho a ver los osos, y él se reía con desprecio: “Y dice que tienen derecho a ver los osos… yo también tengo derecho a verla a ella las tetas”. Eso es de ser un enfermo. Otro comenta su situación: “Dicen que está retirado del servicio por el juzgado, pero me han asegurado que sigue cobrando el sueldo porque sus jefes no quieren que hable, la realidad es que al monte continúa subiendo, aunque no lleva el uniforme”. La mujer habla de su sonora afición a la bebida: “Por aquí venía poco, se emborrachaba en los pueblos de allá arriba y, cuando entraba por esa puerta, ya casi no se tenía en pie; le podían haber hecho la prueba del alcohol alguna noche”. Y sentencia: “Ya es hora de que le paren los pies, ha hecho mucho daño al Parque, se ha creído siempre el amo de la reserva de caza; y quería dejar como relevo a su hijo, pero le han suspendido en las oposiciones; eso quiere decir que van a dejar de protegerle los de arriba”.
Regreso a Cervera. Por el camino voy rebobinando en la cabeza lo
que he escuchado en el bar. Compro unas pastas y, antes de las dos,
ya estoy con mi cita, en su casa. Nada más entrar, valoro su valentía y hospitalidad, y le prometo que guardaré en secreto su identidad, para no comprometerle. Luego le cuento, por encima, lo que he escuchado en el bar de Otero, y le repito lo que busco:
Tranquilo, no estés tenso. Estos días, el Chuchi es el motivo de conversación para mucha gente del Parque. Sobre Tatán, al que recuerdo con cariño, creo vino a la reserva en la primavera de 2007, concluidas las tareas de descaste, una época tranquila, cuando el trabajo de los celadores se centra en el inventario de los animales a su cargo en su cuartel.
Ese verano vine a verle a Velilla y le encontré feliz.
No me extraña, tenía una gracia natural para hacer amigos. Su llegada al grupo fue muy alegre; le encantaba el Parque, pero no era cazador ni le gustaba el mundo de la caza, que aquí es la madre del cordero.
¿Cuándo se comenzó a torcer la relación?
Pronto y por una chorrada. Él ignoraba que entre los guardas de la reserva y los celadores había un enfrentamiento antiguo, motivado por los excesos en el descaste y por la cacerías de Chuchi. Un día embutimos chorizos con la carne de una cierva y Tatán llevó una ristra a los guardas, entre los que tenía algún antiguo amigo.Normal.
¡Los cojones, normal! Cuando se enteró Chuchi, que tenía entre
los guardas algún submarino, le montó una bronca delante de los compañeros: “Al enemigo ni agua, esto es una traición al grupo”. Tatán quedó perplejo.
¿Tuvo más problemas?
Al principio no. Tatán comenzó con éxito en la caza de rececho como celador, pues el primer cazador al que asistió cobró un medalla de oro, pero al segundo se le escapó una pieza similar; algo normal. Chuchi no valoró el primer trofeo, pero sí afeó el fallo del segundo.
Ya voy conociendo quién es el Chuchi y cómo actúa.
¡No te queda na! –Me dice, con una mueca cómplice.
Supongo que el conflicto estallaría en la época del descaste, que
has referido.En efecto. Un día salieron varios, con el propósito de matar una cierva. Chuchi le ordenó a Tatán que la abatiera, y él lo hizo de un disparo. Se acercó al animal muerto y le colocó un pequeño brote de hierba en el agujero de la bala, algo así como un rito personal. Chuchi se mofó de este gesto y comentó algo despectivo.
¡Hijodeputa! —Exploto.
Luego cogieron la cierva, la enganchamos a la trasera de la pickup y la arrastraron…
No entiendo —Le corto amablemente.
¡Cómo se nota que no eres cazador! Con eso, la cierva muerta va dejando un rastro de sangre que los lobos pueden oler; y luego, por la noche, siguen ese camino. Entonces, resulta fácil verlos en la oscuridad, con gafas de visión nocturna.
¡Joder!
Esa noche salieron a matar lobos y Chuchi le ordenó a Tatán que disparara a uno que seguía el rastro sembrado, horas antes. Tatán se resistió, argumentando que no era un lobo, pero Chuchi insistió. Tatán falló el tiro y el animal huyó. Era un gato montés.
Es tremendo lo que me cuentas.
Te puedes imaginar la bronca que se llevó tu hijo. Aquello coincidió en el tiempo con un programa de Informe Semanal de Televisión Española sobre la caza ilegal del lobo en esta reserva; en el reportaje, un celador encapuchado denunciaba el descontrol de lobos muertos y el negocio que había detrás. Chuchi le acusó enseguida a Tatán de ser el traidor que se había ocultado detrás de una capucha, poniendo en peligro el trabajo del grupo. Tatán aguantó el envite, no era cobarde, y dejó claro que él no había sido, pero sostuvo que él no compartía esa forma de trabajar.
¿Se supo quién fue el celador encapuchado?
Sí. Aunque la imagen era oscura y la voz estaba distorsionada, no
resultaba difícil identificarle.
¿Qué pasó con él?
Chuchi le apretó en una encerrona hasta que éste lo reconoció. También era bravo. Después, Chuchi y su cuadrilla más afín le machacaron hasta conseguir que pidiera otro destino.
Poco más o menos, la misma salida que a Tatán.
Más o menos, aunque son historias diferentes. Tatán tomó distancia con el conflicto, procuró cumplir en su trabajo y se apartó de convivir con el personal de la reserva, fuera de su horario laboral; incluso, se buscó otros amigos en Velilla y Guardo, ajenos al trabajo y encontró calor en un romance con una chica; luego, pidió el traslado.
He llegado a oír que le hicieron la vida imposible.
El mundo de la caza es muy apasionado con la boca. Chuchi tenía varios celadores bajo su manto que eran tan sanguinarios como él o más. Uno alardeaba de tener una colección de cráneos de animales matados por él y que sólo le faltaba un gato montes. Pero es verdad, en una etapa, a Tatán le jodieron algo.
¿Llegaron a retirarle el arma y el coche?
Al final. Con la excusa de que ya se iba a marchar y de que llegó otro celador al que le pasaron su cuartel de caza, le pidieron que entregara el coche y el arma, cosa que Tatán hizo con mucho gusto. Sobre todo lo del arma. En esa situación, era un compromiso.
Llegó a decir que le hicieron pasar miedo físico y que le amenazó
de muerte uno de los fieles a Chuchi?
Es posible, pero sin fundamento. El que dice una cosa así, no lo hace, aunque siembra la duda.
Durante estos años, yo he ido atando cabos con las cosas que veía o escuchaba, pero no me podía imaginar que esta trama fuera cierta
y tan corrupta.
Pues aquí todos los que viven en este contorno la conocen; lo que ocurre es que cada uno se mueve al son de la música que le interesa.
Al decir todos, te refieres también a los técnicos, políticos, directores del Parque…
A tanto no llego, supongo que también hay buena gente. A Chuchi le han pillado en algunas fechorías, de las muchas que ha cometido, pero siempre le han salvado, porque son demasiados los intereses y hay personas implicadas, que tienen cosas que tapar. Aquí es raro el año que no aparece un oso muerto, por ejemplo; y en cuanto a los lobos, que son la clave del asunto, oficialmente se pueden cazar cinco o seis, pero en la práctica se matan muchos. Eso lo sabemos todos: los cazadores, los celadores, los guardas, los técnicos del Parque, los ecologistas, los vecinos de los pueblos, los periodistas… Todos.
Las reseñas de prensa dicen que a las cacerías ilegales llevaba a uno de sus hijos, que no es guarda ni celador.
Es el que le ayudaba con el ordenador a falsificar los permisos. Chuchi con la informática es un patán. Su ilusión es pasarle el poder como una dinastía hereditaria.
He oído que el chico se ha presentado a las últimas oposiciones y ha suspendido.
Así es. Pasó la prueba física de la carrera y luego sacó una nota
exageradamente alta en el examen práctico, que son 30 muestras que
hay que identificar; esto sorprendió mucho a varios miembros del tribunal y pensaron que alguien, desde dentro, le había pasado antes las preguntas del examen, por lo cual se encargaron de que las 75 preguntas del último ejercicio fueran guardadas bajo llave y evitar así una nueva filtración, previa al examen. Así hicieron, y como el chico no tiene muchas luces, lo suspendió; además, como es tipo test, lo corrige un ordenador y la nota es automática. Chuchi explotó contra los miembros del tribunal, reprochándoles a voces los favores que algunos le deben. Luego, ha presentado un recurso muy rebuscado, que parece escrito por un magistrado –hace un gesto de admiración, para simular que se trata de un despropósito—. Ya veremos en qué queda, pero creo que a Chuchi ya no le van a tapar.
También dicen que le ha denunciado uno de sus celadores más fieles.
El más igual a él, el mismo que sustituyó a Tatán, y que enseguida
resultó ser un gatillero, dispuesto a matar a cualquier animal que se
moviera en la reserva: lobos, rebecos, mastines… En poco tiempo, se
convirtió en el brazo derecho de Chuchi, pero la relación se rompió.
¿Por qué?
Algunos dicen que fue a causa de la referida teoría de la herencia; otros opinan, con un símil de la vida silvestre, que una fiera más joven suele matar al jefe de la manada, cuando éste está herido o comienza su declive. Puede que la razón sea más simple: la caza ilegal aquí mueve mucho dinero y Chuchi ha controlado la caza en esta montaña, para su beneficio. Por ejemplo, se podía quedar con algunos precintos de tapadillo, que luego le servirían como coartada para sus chanchullos; después, podía concertar con alguien, por su cuenta, la muerte de una cierva, que hay muchas y resultan baratas, y servirle de tapadera para que el cazador matara ilegalmente un lobo. ¡Una pasta!
De las cosas que me has contado, lo que no entiendo es eso de utilizar una cierva muerta para que su rastro de sangre sirva de cebo a los lobos.¿Quieres verlo?
Se levanta y vuelve con un ordenador portátil. Busca entre los archivos de 2008 y reproduce un video, que dura unos minutos. En resumen, muestra que alguien, sin esconderse, graba a una furgoneta pickup, que arrastra un animal por una pista del monte, en la loma de enfrente; se entiende que quienes van en la pickup perciben que están siendo grabados, por lo cual se acercan con el coche y aparcan a pocos metros de la cámara, y de la persona que la porta. Del vehículo bajan dos personas uniformadas, una habla con el móvil y la otra intenta con gestos impedir que el cámara siga grabando, pero éste continúa, enfocando a los dos uniformados, a la cierva arrastrada, a los distintivos del Parque en el coche y a la matrícula: P-3453-

Ahora lo entiendo. Este video pone en evidencia que los celadores matan ilegalmente al lobo, con cebo, y demuestra que el Chuchi miente cuando dice que nadie lo puede demostrar. Si sale en la tele, quedaría demostrado; y si lo ve un juez… ¿Quién grabó estas imágenes? –le pregunto.
Un guarda del Parque que era muy valiente, casi suicida. Enseguida lo expedientaron por otra historia y se tuvo que ir.
Voy a pedirte un favor; si te enteras con tiempo de la fecha del juicio, ¿te acordarás de avisarme? Simplemente, quiero mirarle de frente y a la cara al tal Chuchi, y hacerle ver que mi hijo nunca ha estado solo.Te avisaré. Si hubiera visto que te movías con ansias de venganza, no te habría enseñado el video ni contado lo que sé. Estás honrando la memoria de tu hijo, al que yo aprecié como compañero. Lo que hicieron con Tatán, merece que tú lo sepas, si eso es lo que quieres. Pero no te ciegues.
No me obsesiono, si estuviese convencido de que Chuchi y sus gatilleros fueron los causantes del cáncer que mató a mi hijo, no estaría ahora hablando contigo, sino con la policía y el juez. Ahora sé que el Chuchi es un mal bicho, pero no le culpo de la muerte de Tatán. No soy quién para juzgarle ni para actuar de justiciero. Supongo que la vida terminará poniéndole en su lugar.
Al año siguiente, el 12 de noviembre de 2014, el Diario Palentino refleja así el desenlace del proceso: “El celador mayor de la Reserva de Caza de Fuentes Carrionas asumió ayer una pena global de un año de prisión por la comisión de dos delitos: falsedad en documento público y apropiación indebida. El juicio, previsto para ayer, finalmente no se celebró, al alcanzarse un acuerdo de conformidad entre las partes por el que J.D.G. reconocía ambos delitos. Hay que recordar que se le acusó de participación en cacerías no autorizadas y del cobro de cantidades en metálico por las mismas. El acuerdo contempla seis meses de prisión por cada uno de los delitos, por lo que la pena total que asume es de un año de prisión, aunque no entrará en la cárcel puesto que carece de antecedentes penales. Asimismo, se le impone una multa por el delito de falsedad en documento público de cuatro euros al día durante un período de seis meses. El celador, además, deberá indemnizar con 1.320 euros a la Junta de Castilla y León. También se le inhabilita durante un año, el tiempo de la condena impuesta, tal y como explicó la abogada de Ecologistas en Acción.
Hay que recordar que, en un primer momento, tanto el Ministerio Fiscal como la Junta de Castilla y León pedían dos años y nueve meses de cárcel para el celador mayor de la Reserva, mientras que Ecologistas en Acción elevó esa petición a tres años y medio por el delito de falsedad documental y otros seis meses por delito contra el medio ambiente. El fiscal, en su escrito de acusación, relató que “el celador salió a cazar junto a su hijo y un cazador muy conocido en dos días de descanso laboral y sin que las cacerías practicadas contaran con la autorización de la directora técnica de la Reserva. El cazador pagó las correspondientes cuotas de la caza, sin que el acusado las ingresara en la Junta”. Según han confirmado varias fuentes personadas en la causa, el popular deportista involucrado es L. R., natural de Colmenar Viejo, Madrid, ex portero de la selección nacional de balonmano, Atléticode de Madrid y Barcelona, en los años 80 y 90 del siglo XX.