El Adelantado de Segovia. Crónicas del Sentimiento. Durante la segunda mitad del siglo XIX, en este país y en esta provincia, los préstamos podían obligar a intereses canallas del 5 % al mes, o sea, 60 % al año. “A real por duro” (una peseta equivalía a cuatro reales; y un duro, a cinco pesetas). La miseria para los más débiles estaba servida. Es obvio que aquel tiempo no fue mejor. Para combatir aquella usura, que tenía en sus garras a los segovianos más humildes, en 1875, la Junta Provincial de Beneficencia inició la constitución de un Monte de Piedad y Caja de Ahorros, en beneficio de las clases menesterosas. Nació en 1877, con un fondo de acciones y donativos de 12.871 pesetas.

En 1943, pasó a priorizar su actividad bancaria como Caja de Ahorros, para convertirse pronto en la principal entidad de crédito de Segovia. A mayores, los beneficios económicos redundaban, por espíritu y por ley, en proyectos sociales y culturales. Recordaré un solo ejemplo, muy contundente: sin Caja Segovia, muchos segovianos no hubieran tenido acceso a estudios universitarios.

En 2008, alcé la voz con dolor en El Adelantado cuando veía venir la liquidación de esta institución, que luego concluyó de forma vergonzosa, en 2012. De aquel gran activo económico y humano, quedó el legado de su Obra Social, en forma de fundación, con un notable patrimonio dotacional, que es preciso administrar con criterio, rigor, prudencia, austeridad, transparencia, imaginación…

Llevo unos años como patrono de esa entidad, implicado en la difícil tarea de hacer más y mejor, con menos recursos, además de buscar la excelencia en los proyectos, principios con los que me identifico. Personalmente, me siento comprometido con esta labor, fiel a la Caja, en justa correspondencia; sin su crédito prolongado durante medio siglo, como muchos segovianos, yo no hubiera podido adquirir mi casa, en régimen de cooperativa, ni desarrollar mis proyectos empresariales y culturales. No basta con haber pagado los recibos a tiempo, debo ser agradecido.La tarea no está siendo sencilla, pero sí positiva; cada nuevo ejercicio, palpo que avanzamos, que vamos por buen camino, que lo números son cada vez mejores y el saneamiento económico lleva buen ritmo, que las gestiones dan fruto, que por fin se desenreda la madeja judicial, que ya se ve la luz, que las actividades son respaldadas por el público, sin bajar la calidad…

Noto cómo nos contagiamos ilusión, unos a otros, buscando ser una piña: me encanta ver cómo Marino pinta y clava para ultimar la próxima exposición, que Ana se adapta a la tienda o a lo que sea necesario, que Carlitos está sufriendo, al ver que su recuperación se alarga, que Adelina explica nuestro museo a los alumnos del cole de mi pueblo, que Begoña y Gema dinamizan con entusiasmo y eficacia los centros sociales, que Susana cuida los detalles para que la sala Caja Segovia siga siendo un templo de cultura en cada acto. Rafa gobierna el timón del barco en el temporal con buen rumbo, día y noche; Javier preside con cabeza y mesura, y los patronos aportamos lo que sabemos.

Y la nave va: tras la brillante exposición de Masats, la nueva muestra del Torreón reúne las obras de ocho mujeres creadoras y diferentes. La inauguración será el próximo sábado 31. El Torreón de Lozoya es un crisol artístico en sí mismo, y aún más por lo mucho que desarrolla, pero hoy quiero centrarme en los dos centros sociales. Frecuento más el Corpus, pues lo tengo a cuatro pasos de casa y siempre tiene exposiciones. Gema Velasco lo dirige, junto a los programas Vida Saludable y Si@, con el rigor de una trabajadora social y la pasión de una segoviana enamorada de su trabajo. Lleva 35 años en la casa, sin perder la sonrisa.

Begoña coordina los dos espacios del centro familiar del Cristo del Mercado. Es diplomada en Educación Infantil, lleva 37 años y resalta el ambiente de familia, en consonancia con su nombre, en sus dos espacios diferenciados, el área Familiar y las tres salas del Si@-Nuevas Tecnologías, con gran despliegue informático. Gema y Begoña llevan dentro el espíritu de servicio, propio de la Obra Social, y recuerdan con cariño a sus primeros jefes, Julio Tomás y Luis Borreguero.

En 2004, los dos centros impartieron 312 cursos y talleres, a los que asistieron 8.820 alumnos. De lunes a sábado, son dos hervideros de almas. Las mujeres son mayoría abrumadora, llegan de los distintos barrios de la ciudad y de la provincia. Niños y jóvenes copan los talleres creativos y de informática segura.

Algunas materias se repiten en ambos: conferencias, presentaciones, recitales de poesía, taller de teatro, aeróbic, acuagym (en colaboración con la piscina climatizada), baile, gimnasia, yoga, pilates, cuerpo sano, reeducación postural, bienestar personal, desarrollo emocional, biodanza, estimulación cognitiva, musicoterapia, fotografía, bolillos, caligrafía, dibujo, acuarela, pintura al oleo, reciclaje de ropa vieja, flamenco, reiki, ilustración de proyectos propios, inglés, numerología, aromaterapia, escritura creativa, verano informático y lúdico, robótica, manualidades, parafina/manos de seda, arte chino, románico, ofimática para oposiciones, confección de vestuario segoviano… ¡Bien, Begoña y Gema, bien!

Sé que barro descaradamente para casa en esta crónica. Es mi obligación y ahí sigo, con el esfuerzo de “a real por duro”, o el que haga falta, para empujar el carro de aquel noble proceso social y cultural que comenzó hace 135 años en Segovia.

El pasado nunca vuelve, pero podemos aprovechar su legado.