El Adelantado de Segovia. Crónicas del Sentimiento. Sin agua no hay vida, ni en el campo ni en esta ciudad; para abastecerla, construyeron hace veinte siglos un acueducto con alma propia que sigue firme y atrae cada día a miles de turistas sedientos. ¡Agua va! De evacuarla, se encarga una red subterránea de saneamiento, que comienza por unas simples arquetas. Sin ellas, la vida sería una inmundicia.
No todos podemos ni tenemos que ser hosteleros; para que esta ciudad funcione, hacen falta funcionarios, y vecinos de a pie, amancebados con el ánima de sus calles; y bares sencillos, ajenos al trasiego turístico, en los que unos y otros almuercen, hablen, convivan, lean el periódico… Son sagradas catacumbas que nos acogen a los que resistimos en el Foro. Sin agua y sin vino no hay vida; y sin un periódico veraz que la cuente con sentimiento, tampoco.
Cuando los directivos de Asetra acudimos a alguna reunión en las alturas, para repasar antes el guion de lo que vamos a decir, quedamos en Las Arquetas, un espacio limpio y acogedor, regentado por Luis de Andrés, hijo y nieto de transportistas con alma carretera, de aquí su encomiable servicio público, impreso en aquellas placas SP que llevaban los camiones de Los Luisones, por la ruta de la sierra, hasta mi pueblo. Frente a un volante o detrás de un mostrador, estamos para servir. Luisón ya tiene marcada en el calendario la fecha de su jubilación.
No sólo de cafés, vinos y pinchos vive un bar; para que tenga vida, necesita de tertulias y de encuentros emotivos entre sus parroquianos. Los lunes suele acudir con otros coleccionistas Juan Francisco Sáez, antiguo profesor del instituto de mi pueblo, que luego encontró su pasión en la magia de las fotos y las monedas; aquí me pasó extraordinarias imágenes para la Historia del Transporte de Segovia; también, fue mi lugar de encuentro con otros cómplices fundamentales de aquel libro, Juan Pedro Velasco, Pedro Luis Peñas y Rafa Cantalejo, que tiene el museo Rodera al lado. ¡Gracias por tantas fotos con alma!
Ahora, cuando entro en Las Arquetas, me asalta un sentimiento de ternura por las ausencias recientes del cura Juan y de Yeyo. Comenzaré por Juanito Pérez, ese hombre bueno y singular que batalló con pasión por los enfermos segovianos de la colza. Son muchas las vivencias que nos han unido, a cual más sonora y sorprendente, todas cargadas de generosidad. Así era Juanito, un cristiano sin límites, al que sus debilidades le hacían más humano.
Los últimos años, me despertaba cada mañana con un guasap que nos mandaba a sus amigos. Yo le devolvía la primera imagen que tuviera a mano, a fin de cumplir el acertado mandato de mi padre: “Hijo, las cartas hay que contestarlas”. Le respondí a todas, hasta el 6 de septiembre de 2023. Lo sé porque estaba de cuerpo presente el día que los espinariegos bajamos al Caloco, desde su ermita al pueblo. Fui de madrugada al tanatorio de Villacastín, le abrieron ex profeso y le hice una última foto. A las pocas horas, el Caloco y muchos cofrades echaron de menos al cura Juan en la llegada al Portalón.
Al lado de Juanito Pérez se sentaba Yeyo. No sólo coincidían físicamente en la mesa preferente del bar, también en el sentimiento de dedicar su existencia a empujar al mundo hacia un espacio mejor. Tras la muerte de Paloma, frecuenté más a Yeyo, viendo como su movilidad se deterioraba, pero no su cabeza. Sabía donde encontrarle. Un mediodía de este invierno le comenté que quería dedicarle una crónica en El Adelantado. Fue contundente:
–Ni se te ocurra, bastante encerrona me hicieron en septiembre los compañeros del Foro Social en San Quirce, y luego Perico Vicente en su blog de Internet. ¡Qué vergüenza! Ya te leo y te veo venir; estoy con un pie en el estribo y no quiero más incienso; además, ¿para qué quieres sacarme otra vez en procesión?
–Coño, Yeyo, pues para separar un poco el grano de la paja, y revisar que en Segovia hubo una resistencia ciudadana a la Dictadura, que la Transición no la hicieron solos los que luego salieron en las fotos, que hay otras formas más nobles de hacer política, que esta democracia desalmada tiene muchas asignaturas pendientes, que alguien tiene que seguir defendiendo a los olvidados, que el camino es muy largo, interminable, pero no hay que abandonarlo… ¡Qué sé yo!, para recordar, de paso, al Pio, a Manolito, a Pérez Gallego, a la primera corresponsalía de El Norte, a Común, al Club Studio y aquella disparatada obra de teatro que montasteis en Ladreda 25… Se llamaba ¿Quién construyó el Acueducto?
Soltó una carcajada. El teatro es arte y, como tal, tiene magia y alma. La evocación de aquella comedia tocó la tecla precisa para que Yeyo comenzara a cantar en alto el estribillo. Se sabía de memoria la letra de la canción, después de casi medio siglo. ¡Bravo!
Yeyo, pidió una ronda y bebió un leve sorbo de su vino. Luego, le ayudé a subir los cuatro escalones de Las Arquetas. Este martes, López Saura ha llevado un dibujo con vida, que Luis ya ha colgado en la pared, junto a la mesa.
Deseo que exista un lugar especial al que vayan la almas buenas; de ser así, las de Juanito y Yeyo se encontrarán. ¡Seguro!
En los finales de los añosc70 y comienzos de los 80, mis amigos de Segovia, yo vivia en Madrid, entre llos que se encontraba mi primo éramos asiduos del Arquetas donde empezábamos las cañas. Allí comenzábamos por que era un sitio apartado y tranquilo, el dueño era amable y las bebidas baratas.Tambien creo que allí echaban la partida de cartas navideña todos los años, los de mi panda.Yo como era poco de cartas no acudía.Pero si rengo recuerdos de ese bar.Un poco a trasmano de todo y por eso les molaba a mis amigos.
Perdón, me dicen que las partidas navideñas eran en el Ártico. Como yo no era asiduo.Pero los dos empiezan por AR.