El Adelantado de Segovia. Crónicas del Sentimiento. En la pequeña sala de exposiciones de la Casa de la Lectura hay una exquisita colección de óleos de Pedro Cebrián, junto a una muestra interesante sobre Jaime Gil de Biedma, bien documentada por Rubén Fernández Maroto, que no cesa en su noble tarea de divulgar la obra del poeta, y de reivindicar la Casa del Caño como sede de natural de su legado. Ambos son naveros de raza.
En la mesa expositora, libros escogidos, acertadas referencias a Nava y recortes de prensa grapados a dos de las patas, me dan pie para hablar de un poeta muy nuestro, que nació y murió en Barcelona, pero eligió la Nava como cobijo, incluso para reposo eterno de sus cenizas.
La biografía de Gil de Biedma es intensa y atrayente. Pedro Álvarez de Frutos la comprimió de forma certera en el título de su ensayo, El burgués que salió de la caverna, publicado en Isla del Náufrago (2023). Desde orígenes harto conservadores, su evolución asombra. Su vida inspiró una película de escándalo, El cónsul de Sodoma; su trayectoria da para novelas y ensayos; su romance con la musa de los intelectuales de izquierdas de Barcelona, Isabel Gil Moreno, que concluyó con la muerte de ella en un accidente de tráfico, es otra vuelta de tuerca en su controvertida sexualidad.
Hombre sorprendente e irrepetible, culto, viajero, cosmopolita… Pero, por encima de su vida, me interesa su obra poética y, sobre todo, su relación con Nava de la Asunción, su Ítaca, y también con San Rafael.
Poeta del amor y el deseo, del sexo sin tapujos ni límites; capaz de abrirse en canal, dejando al descubierto lo inconfesable. Su poesía y su prosa caminan por la nostalgia de los paraísos perdidos, la juventud marchitada, el olvido y el tiempo: Estar vivo un instante.
Su estilo es fresco, claro y valiente:
Pido que España expulse a esos demonios.
Que la pobreza suba hasta el gobierno.
Que sea del hombre el dueño de su historia.
Su lenguaje coloquial atrapa la complicidad del lector:
De qué sirve, quisiera yo saber, cambiar de piso,
dejar atrás un sótano más negro
que mi reputación -y ya es decir-.
Su sinceridad abruma; cuando se desnuda y escribe con una mueca cínica “contra Jaime Gil de Biedma”, deja al lector con la boca abierta: Si no fueses tan puta!
Vivió la poesía como una religión; a cambio, contemplaba su condición de escritor con humildad radical: “Ser poeta es peor que una simpleza, es ser nadie”. Pero también sería consciente de que ser poeta lo es todo, una pasión capaz de ponerlo al borde de dos suicidios y rescatarlo de ambos. Fiel lector de Antonio Machado, llegó un momento en que dejó de escribir y descartó que sus versos pudieran quedar algún día en la memoria de otros; sin embargo, su obra es estudiada, leída y cantada, años después, en otro siglo: Como todos, yo vine a llevarme la vida por delante. / Dejar huella quería. Dejó huella. Ya está en la historia de la literatura, es el poeta más popular de la Generación de los 50.
Al parecer, el PCE no admitió su ingreso en 1956 por homosexual. Más adelante, Jaime resumió su compromiso político con ironía: “yo no soy marxista, no lo he sido nunca, es muy posible que no lo sea jamás… He sido de izquierdas, y es muy probable que siga siéndolo, pero hace ya algún tiempo que no ejerzo”.
Nava de la Asunción fue su patria buscada, donde su familia tenía una casa, la Casa del Caño, una inmensa mansión señorial con alma de Penélope, a la que el poeta siempre acaba por volver; y otra de los guardeses, en la Ribera de los Alisos, que se sabía de memoria, pues era su reino. En 1956, dedicó a la Nava la tercera parte de Retrato del artista: De regreso en Ítaca.
San Rafael es también su patria infantil, pues allí vivió sus primeros veranos. La umbría de la sierra templó la sensibilidad de un crío que, más tarde, al revisar su niñez, la recordó así: “Perder San Rafael, recién estallada la guerra, fue mi primera pérdida del paraíso”.
Desde el Robledal de los Gil Becerril, la familia va a Segovia y luego a Nava, donde pasa la guerra. Años más tarde, en su condición de secretario general de la compañía Tabacos de Filipinas, vuelve al municipio espinariego, en visita al aserradero de maderas que explotaba esa empresa colonial, en el distrito de La Estación.
Similar sentimiento al de su tío Jaime es el confesado por la artista Barbara Allende y Gil de Biedma “Ouka Leele”, que también pasó sus veranos en esa estancia. En 2018, enferma de cáncer terminal, volvió al Robledal de San Rafael en busca del tiempo perdido.
Es obvio que el patrimonio cultural de Segovia se enriquece con el legado poético del Arcipreste de Hita, Antonio Machado, María Zambrano… y, por supuesto, de Jaime Gil de Biedma.
La Diputación de Segovia convocó en 1990 el premio de poesía Jaime Gil de Biedma. En el año 2004, el Ayuntamiento de Nava de la Asunción creó su propio premio literario en memoria del poeta. Ambos certámenes gozan de buena salud. Dentro de la antigua estación de tren de Nava, en 2017, se abrió un centro de interpretación que expone el encuentro del municipio con su poeta.
Un gran y original poeta .Sus recuerdos de la guerra son una mezcla de Infancia Navas de la Asunciin y un lejano Guadarrama.Y Segivia una ciudsd donde pasean las chicas con alfereces cin el brazo en cabestrillo.Uno de lis poetas ma curiisos originalez y cosmopolitas de la literatura española.
Gracias, José María. Muy oportunos tus detalles. Nos vemos el jueves en Segovia 🤝