Crónicas del Sentimiento ¡Larga vida al Rock!
Me cuesta arrancar, por eso de que la primer seguidilla siempre va mala, / porque sale del cuerpo avergonzada. ¡Fuera vergüenza! Estamos en 2025, con mucho pasado a nuestras espaldas y un porvenir menguante. Hay que aprovechar lo que queda, porque todo tiene su fin, menos el Rock.
Esta revolución musical llegó rebelde y para quedarse, hace más de medio siglo. Ahora es una forma de vida. Su estética ha ido variando, pero siempre es inconfundible. Como todas las artes, tiende a romper fronteras y a la fusión. Convive bien con otras disciplinas, incluso con la música sinfónica y el folclore. El Rock es Arte y Cultura.
Las Navidades son muy largas. Anhelo regresar pronto a mi Judería para dar un paseo solitario hasta la calle de los bares. Sólo canto mi canción a aquel que conmigo va. La querencia me lleva al Santana, ese templo profano donde la cerveza sabe a rock y rollo, parafraseando a Carlos Tena, aquel duende burlón del universo cañero, que muchas noches rondaba por las callejuelas de Segovia, como felino en busca de una gata en celo, lo mismo que Moncho Alpuente. Se van los más divertidos.
Segovia es un cruce de culturas que, a lo largo de los siglos, han dejado aquí sus huellas. Pero la ciudad no sólo es un acueducto irrepetible, un generoso legado artístico, una oferta cultural notable y un torrente de turistas; cuando estos últimos regresan a Madrid o a Oriente, al atardecer, Segovia espabila su alma rockera y busca el Santana, donde acuden los que viven esa cultura.
Hace 32 años, los hermanos Kike y Jose Arranz llegaron desde la Segovia olvidada, San Martín y Mudrián, reabrieron el bar Marbella, afamado antaño por sus pollos asados exquisitos, y le rebautizaron con su nombre de guerra, Santana. Desde él han organizado miles de conciertos (ya superan los 3.500), además de gestionar diversas salas de las ciudad, los barrios y hasta las fiestas de algunos pueblos, apostando la bolsa y la vida en cada envite, a riesgo y ventura. Mucho riesgo; a veces, los números no salen bien y les ha tocado palmar; en esos casos, conocen bien la receta: Si toca perder… pagar y callar, y su terapia rockera: Mueve tus caderas / cuando todo vaya mal. Gracias a no tenerle miedo al fracaso, hemos podido disfrutar en Segovia de Serrat, Sabina, Fito y Fitipaldis, Rosendo, Kico Veneno, Raimundo Amador, Loquillo, M Clan, Albert Pla, Medina Azahara, Platero y tú, Celtas Cortos, Los Zigarros, Los Peten Pan, Ariel Rot… La lista es abrumadora.
Como empresarios han diversificado su actividad, pero el buque insignia sigue siendo el bar. Son gente sencilla, sin doblez ni corbata, con espíritu de servicio, trato muy sincero, comprometidos con las causas nobles y un lema muy claro: “No toleramos, la intolerancia”. Generosos y afortunados: premian y son premiados. A la larga, Segovia sabe corresponder a la gente buena.
En este pequeño espacio, hubo un tiempo para conciertos inimaginables e increíbles, a flor de piel: Coque Malla, Pereza, Alberto Pérez, El Lichis, Javier Urquijo, Carlos Segarra, Manolo Cabezabolo, Reverendo, Swyndicato, la Trupé de le Mercé, Pollito de California, El Chivi… muchísimas nueces y poco ruido. Hay que dejar dormir a los vecinos.
La creatividad no desciende: las paredes cambian cada dos semanas de exposición, hay cola y van más de setecientas: Luis Moro, Borondo, José María Heredero, Amadeo Olmos, Mesa Esteban Drake, Enrique Barrio…, recitales de poesía, presentaciones de libros (incluso con Aute como ponente), mercadillos solidarios, catas de alimentos, narraciones del Quijote el Día del Libro y un espacio preferente en la ventana de la barra para El Adelantado en papel. Queda hueco para un futbolín y un maniquí femenino con sombrero y gafas que chatea con su portátil; si vas a echar una firma, la saludas.
El Rock suena de fondo, pero el diálogo es la esencia de este espacio pensado para el encuentro, sin cita previa ni convocatoria, con lo mejor de cada casa (y no es una ironía): Ana Zamora, Germán «Ruin Rapaz», Marián Palma, Óscar «Lujuria», Gaspar Payá, Álida Jiménez, Cristina y Fernando Ortiz, Pablito Aurelio, López Saura, Pablo Zamarrón, Felipe Yubero… Si busco a alguno, es muy posible que allí lo encuentre. Además, la cerveza siempre está bien fría y los pinchos muy ricos, sobre todo las patatas fritas con ajillo.
En 2022, por eso de que cumplían treinta años en el foro, desarrollaron un programa arrollador. El Torreón de Lozoya acogió en las salas de las Caballerizas la exposición Arte&Rock; seguramente, no fue la muestra más ortodoxa, pero sí la más concurrida y marchosa.
Aunque abren en horario de tarde y noche, sus puertas están abiertas siempre: no saben decir que no; si dices órdago, quieren, por grandes que sean los charcos en los que hayan de meterse. Kike se ha convertido últimamente en personaje mediático, que divulga los alimentos de Segovia en la 8TV, con Carlota Muro. Otra nueva experiencia, sin perder su estética rockera.
El rock nació indomable, creció subversivo y mantiene una actitud inconformista y trasgresora, pero sabe convivir con respeto. La vida es cambio y relación entre personas de distintas sensibilidades. Vivir es convivir.
Sin el Santana, esta ciudad hubiera sido mucho más aburrida durante estos 32 años. ¡Gracias!
¡Larga vida al Rock and roll! En Segovia, de ello se encargarán los Santana.
Muy interesante y otra forma dd ver Segovia.