El Adelantado de Segovia. Crónicas del Sentimiento.
Un siglo de Marinero en sierra (y II). El premio nacional de poesía de 1925 abrió para Rafael Alberti un horizonte literario. Después, a lo largo de cien años, han pasado muchas cosas en torno a la relación del poeta con Segovia, San Rafael y el Guadarrama. Recordaré aquí las que conozco.
En 1932, se casa con María Teresa de León, sobrina de María Goyri, esposa de don Ramón Menéndez Pidal, por lo que las visitas del joven matrimonio a San Rafael se suceden durante unos años. En ellas, Alberti le solía consultar a su “tío político” sobre dudas gramaticales. Don Ramón echaba mano de su sorna gallega para resolver el conflicto: «Si tú lo escribes así, Rafael, es que se puede». Su hijo Gonzalo, con el que Alberti tenía cierta complicidad, se reía.
Durante la Guerra Civil, Alberti acude al frente de la sierra para alentar a las tropas del Quinto Regimiento: «El Alto del León era nuestro. Desde allí comienza Castilla la Vieja. Por allí oí cantar a los soldados, muy escasos de víveres, en una de mis visitas a aquel difícil frente, una canción entre resignada y divertida:
En un chozo de la sierra
está el Batallón Alpino,
donde a la hora de comer,
todos se tocan el…
Y así sustituía con un gozoso silbido tarareado la palabra “pito”, que era lo que realmente se tocaban, a cambio de la comida».
En septiembre de 1941, durante su exilio en Argentina, según navega por el río Paraná con destino a Rosario, escribe una carta a María Teresa y a su hija Aitana, que remata con sus añorados trenes:
Pero por aquí maizales,
ríos inmensos y barcos
que bajan hacia los mares.
Mas en el viento que pasa
yo escucho trenes lejanos
que van hacia el Guadarrama.
En esos primeros años de exilio, comienza a escribir memorias de su infancia y juventud, y de su etapa en San Rafael, entre 1919 y 1924. El título es muy evocador, La arboleda perdida. Su primera edición será en la Fabril Editora. 1959. Buenos Aires.
En 1976, en Roma, cuando ya acariciaba su regreso a España, desata su sentimiento por boca de su personaje literario Juan Panadero:
Aquí bien alto se canta
al fiel poeta que siempre
llevó a España en la garganta.
En 1977, regresa a España. Al bajar del avión en Madrid, se dirige a la multitud que le espera: Me fui con el puño cerrado y vuelvo con la mano abierta en señal de paz y reconciliación con todos los españoles.
Es elegido diputado en las primeras elecciones generales de 1977, encabezando la lista por Cádiz del Partido Comunista. Las sesiones parlamentarias le hastían. Pronto echa en falta su espacio primero, la mar gaditana. El 6 de septiembre de 1977, dimite como diputado y regresa al Puerto de Santa María con la idea de cerrar su círculo vital:
Si mi voz muriera en tierra,
llevadla al nivel del mar.
Pero en Cádiz, frente a la mar, también siente una y otra vez la llamada de la sierra y de los focos.
Regresa a Madrid. Algunas tardes baja a la Estación del Norte. Ya tiene 78 años. Una mañana coge un tren hacia el Guadarrama. El viaje se le hace corto. Recuerda las estaciones, una a una; cuando divisa San Rafael, el corazón le da un vuelco. Baja la cuesta del apeadero y, tras superar el río Gudillos, en la subida identifica el edificio del Gran Hotel, donde pasó seis veranos, acompañado por el sonido de los trenes. Está cerrado. Cruza la carretera general y se adentra en el monte, donde recupera al instante el olor de los pinos; a la vuelta, entra en uno de los mesones de la travesía, La Serrata. Los mesoneros celebran un cumpleaños familiar; cuando van a partir la tarta, uno identifica al poeta y le ofrece un trozo. Alberti acepta la invitación y comparte unos minutos de sobremesa; luego, dibuja en un folio una paloma, con esta dedicatoria: Para Rosi, en San Rafael, 24 de mayo de 1980.
Años después, acude a Segovia dos veces para declamar, junto a Nuria Espert, sus propios poemas. Uno de estos recitales a dos voces es en la plaza de San Esteban; antes del concierto, en las entrevistas con los periodistas segovianos, Alberti evoca la etapa luminosa de San Rafael que le alumbró como poeta.
En 1989, a los 87 años, acude a Madrid para su ingreso en la Real Academia de Artes de San Fernando. En el discurso, La palabra y el signo, vuelve a recordar que fue en San Rafael donde nació poeta.
Días después, un amigo le lleva en su coche desde Madrid a San Rafael. A la altura del pueblo de Guadarrama salen de la autopista y suben el puerto por la carretera de La Coruña. Paran en el Alto del León. Alberti se baja del coche y siente cómo le asaltan los recuerdos del joven marinero en sierra que lleva dentro.
Durante años, desde su inicio en 1992, presidió el jurado del premio internacional de poesía Jaime Gil de Biedma, de la Diputación de Segovia.
En abril de 2007, el Ayuntamiento de El Espinar editó un pequeño libro colectivo: Rafael Alberti en San Rafael. Al mismo tiempo, a propuesta de la asociación cultural El Paraguas, se descubrió un monumento sencillo y singular, en el paseo Rivera de San Rafael. Allí sigue.