El Adelantado de Segovia. Crónicas del Sentimiento. Sigo con mis pasiones. En 1977, cuando cobré los meses que me debían en Diario de Castilla, contraté un negocio de hostelería, Los Rosales, que me inició en el mundo de la empresa; al mismo tiempo, me matriculé en la escuela de enfermería de la Complutense, sin ninguna vocación, sino como un posible recurso laboral para mantener mi casa, el día mañana. Y el día de mañana llegó cuando menos me lo esperaba; en 1990, desempolvé mi título de ATS y comencé a trabajar como enfermero en el servicio de urgencias de atención primaria de Segovia, que entonces estaba en el Policlínico. Tuve la suerte de caer en manos de buenos compañeros, los médicos Santiago Goya y Begoña Sánchez, que me acogieron y protegieron, y del aleccionamiento de un enfermero vocacional, Rafa Caldevilla, que sí vivía su trabajo con pasión.
Si algún día consiguiera recuperar otra vida de enfermero, por obra y gracia de los Reyes Magos, intentaría vivirla con la entrega de Nuria González, la compañera que me remendó las tripas en el hospital general de Segovia, en 1999, y con la actitud de servicio de Juan Pedro Haba, un profesional ejemplar, en el que nos miramos muchos. Puesto a soñar, elegiría, de nuevo, el destino de visitar a cualquier hora las casas más escondidas de la Segovia ignorada, donde sólo enferman y mueren «los olvidados», ya que muchas de sus enfermedades arrancan de problemas sociales. Estamos para servir, empezando por los que más nos necesitan.
En 2020, cuando hablé con Esteban Tabanera para documentarme sobre el libro de la Historia del Transporte de Segovia, me aclaró cuál era la esencia de esa profesión: “Si no amas lo que haces, cambia de trabajo”. En la elaboración de ese libro conseguí la ayuda de varios coleccionistas de imágenes históricas de Segovia, guardianes de su memoria: Pedro Luis Peñas (Segovia y Matemáticas), Rafa Cantalejo (entonces archivero municipal), Juan Pedro Velasco, Juan Francisco Sáez Pajares, Nacho Dávila, Juanjo Bueno… Con qué amor buscan, consiguen y conservan sus piezas, y luego las compartieron conmigo, como decía Machado: “En cuestiones de cultura y de saber, sólo se pierde lo que se guarda, sólo se gana lo que se da”. ¡Gracias, compañeros!
El mundo del transporte es apasionante. Con cuánta pasión analizan y luego compran Sonia Brañas y José María Balbás el camión que sustenta su proyecto empresarial y familiar; similar sentimiento tuvo Valentín Santos, de Pinarnegrillo, cuando acudió con sus hijos a comprar el primer autocar de Sangobús, en 1966.
Con pasión he vivido mi compromiso como responsable de los transportistas segovianos, durante muchos años. En este tiempo, he intentado divulgar la dignidad de esta profesión, su condición de servicio público y el fundamento social de cada empresa, que crea y conserva empleo, a riesgo y ventura. Somos agentes sociales que generamos progreso y trabajo para Segovia. Todo tiene su fin y esta etapa también, para mi bien y para la sana renovación que todo proyecto colectivo merece. Dicen que un empresario no se jubila nunca, en mi caso sí: la parte de autoridad que tenía en mi pequeña empresa ya se la he pasado a quienes la gestionan. Lo hacen mucho mejor que yo.  FEBRERO 1951
Con las primeras elecciones municipales de 1979, entré en la política y ella entro a empujones dentro de mí, tanto que luego me costó sacarla. Quería cambiar el mundo, empezando por mi pueblo. No reniego de aquellos diez años dolorosos, pues se aprende más de las derrotas. Aprendí en carne propia que la política es droga muy dura. Estaba ciego. Con cuánta pasión me entregué, sin escuchar a nadie. Lo hubiera dejado todo por seguir enganchado, en un viaje sin freno y a ninguna parte. Es la pasión más acaparadora que he conocido. Asumo la lección, ahora sé que no estoy hecho para esa tarea, por muy noble que sea trabajar para el común en el Ayuntamiento de tu pueblo. Llevo 25 años desenganchado del tabaco y 36 de la política, sin que ésta me haya sido nunca indiferente: “Nada humano me es ajeno”.Hago ahora una lectura irónica: “Lo hacía tan bien, que siempre me elegían para estar en la oposición”; a veces, alguno me dice:”Cuando tú fuiste alcalde…”, y aunque le explico que nunca pasé de concejal, no consigo convencerlo. Debo destacar la amistad que perdura con los compañeros de aquella década, que sigue viva después de más de 40 años. La amistad también es pasión primera, sobre todo cuando se serena y consolida.
Hablaba de amistad. Vale. Ahora traigo otra: hace 54 años conocí a Jesús Torres. Desde entonces no hemos dejado de empujar, a la par, un mismo carro. Personalmente, siempre le he sentido a mi lado en los momentos más críticos.
Ahora estoy volcado a su lado en el programa de cooperación Kupfunada, otra pasión de la grandes, a la que se van sumando muchas personas, principalmente de los pueblos y parroquias por los que ha pasado Jesús.
Hemos demorado hasta junio el regreso a Mozambique, esperando a que remitan las revueltas que ahora sufre Maputo, la capital del país. En lo personal, para mí será un viaje interior, con el fin de pisar el suelo y mirar el cielo que viví con mi hijo Tatán, en 2008; además, ambos llevamos ahora la misión de coordinar la relación entre las dos Ong Kupfunana, de España y de Mozambique. Ya os contaré, a la vuelta. Una pasión es una pasión.