El Adelantado de Segovia. Crónica del Sentimiento. Hace un par de meses, tras la declaración de la casa museo de Antonio Machado como Bien de Interés Cultual, a instancias de San Quirce, recodé aquí algunos pasajes del poeta en Segovia. Se me quedaron muchas cosas dentro. Aprovecho que hoy se cumplen 85 años de su muerte para contaros más.
Trece años pasó Machado en Segovia, entre 1919 y 1932. La verdad es que no fueron a tiempo completo, pues su casa, madre y familia estaban en Madrid y, cuando cogía el tren, sabía el día que salía de Segovia, pero no el que volvería. “He perdido el tren hoy… y mañana”, con ese verso suelto excusaba sus ausencias algunos lunes… y algunos martes.
De los ocho a los 32 años había vivido en Madrid, donde se instruyó con los valores de la Institución Libre de Enseñanza y se adentró en los círculos literarios; conoció el frenesí de esa gran ciudad, y también el glamour de París, a veces, en compañía de su hermano Manuel, un año mayor. Juntos y por separado, Antonio vivió días y noches de bohemia, entre artistas, tablaos, tertulias literarias, toros.. y hasta un papel de figurante en una obra de teatro. Ese ritmo alegre no frenó su creación poética.
En 1919, al comienzo de esta nueva etapa entre Segovia y Madrid, Antonio ya tiene 44 años. El doble reencuentro los fines de semana con el embrujo madrileño y con su hermano Manuel, es más sereno y productivo; en pocos años, escriben y estrenan juntos media docena de obras teatrales, acogidas con razonable éxito. También adaptan para la escena comedias de Lope de Vega y de Víctor Hugo. Pero Antonio es, sobre todo, poeta.
Segovia enamora poco a poco a Machado, los periódicos le dan la bienvenida, es acogido con cariño por los profesores del Instituto y por sus nuevos compañeros de la Universidad Popular. Surgen los homenajes; en 1923, la Casita Blanca del Pinarillo acoge a un colectivo de poetas de Madrid, que vienen a homenajearlo, al acto se suman escritores segovianos, convocados desde las páginas de El Adelantado. Aquel acontecimiento ha tenido su réplica en 2023, cien años después, en el mismo lugar, ahora a cargo de escritores segovianos, convocados por San Quirce. En 1928, el teatro Juan Bravo representa la obra Desdichas de la fortuna, con un homenaje previo desde el escenario para los autores, Manuel y Antonio, por parte del Marqués de Lozoya y Mariano Quintanilla, este último en representación de la Universidad Popular Segoviana.
Su talante afable y su apetencia por las tertulias literarias le abren amistades. Frecuenta la tertulia del café Juan Bravo, en los soportales del teatro; la del café La Unión, en el número 6 de la calle Juan Bravo y la del taller del ceramista Fernando Arranz, en las ruinas de la capilla de la antigua iglesia de San Gregorio, en la ronda de Juan II.
Hubo otra tertulia, no citada hasta la fecha, más profana y variopinta. Tenía lugar en el comedor del restaurante Los Gabrieles, que estaba en la desaparecida Casa Amarilla, junto al Acueducto, en la bajada del Instituto, regentado por Mariano Gutiérrez Mate, donde Machado se reunía, sin fecha fija, para comer y charlar con un cura profesor de música, un militar y el dibujante catalán Luis Bagarías, censurado y sometido a consejo de guerra en 1920, en Madrid, por sus caricatura en el periódico El Sol, de ahí su estancia forzosa en Segovia. La sobremesa se prolongaba. Y hasta aquí debo contar.
Estos detalles no están en la Wikipedia esa, muchos son fruto de lo vivido en en los homenajes populares que los machadianos venimos celebrando con fervor en el patio de la pensión donde vivió nuestro poeta, en la calle Desamparados, todos los 22 de febrero, desde 1983, convocados por la Tertulia literaria de los Martes, con la entusiasta colaboración primera de Luis Felipe Peñalosa, presidente entonces de la Academia de San Quirce, entidad propietaria de la casa.
Al principio, Ignacio Sanz cargaba con una maleta que guardaba un altavoz y un micrófono, desde las oficina de la Obra Cultural de Caja Segovia hasta el patio, y luego la regresaba; el profesor Jesús Hedo, docto machadiano, soriano de cuna y segoviano de adopción, glosaba con empaque la vida y obra del poeta; estudiantes diversos, jóvenes y adultos, declamaban sus versos; Paco Otero, maestro de estudiantes norteamericanos, acudía con ellos y leían poemas con acento yanqui; antiguos alumnos que tuvieron la ventura de tenerle como profesor en el instituto recordaban su bondad y que nunca suspendía, entre ellos acudía el médico Francisco Marfagón; un año asistieron dos de sus sobrinas, hijas de José, ya muy mayores; durante una docena de años se regalaron libros de la colección machadiana 22 de Febrero, de Fernando Gomarín, los músicos cantaban sus versos… En el aire flotaba un sentimiento sagrado.
Desde que el citado grupo literario dejó de celebrar en 2012, sus ciclos de tertulias en la sala Caja Segovia, este homenaje popular ha seguido celebrándose hasta nuestros días, ahora organizado por la Academia de San Quirce.
Esta tarde, el acto en el patio de la casa museo comenzará a las cinco; luego, a las siete, en la iglesia de San Quirce, tendrá lugar un diálogo literario al efecto entre Ian Gibson y Juan Cruz. Allí nos veremos, si llego antes de que se complete el aforo.
Recuerdo la casa amarilla que tiraron en los 80.La llamaban también la casa del pingüino por una pintura publicitaria en la pared.