Continúo con crónicas del libro «El Espinar, de cerca y con sentimiento». La siguiente es el Recorrido poético por el río Gudillos: El río de San Rafael es el Gudillos. En 2011, Luis López Rodríguez me embarco para que colaborara en uno de sus proyectos literarios. Se trataba de dar juntos un paseo sentimental por la intrahistoria del río que vertebra San Rafael, el Gudillos, para editarlo luego en un cuadernillo que se repartió durante la tarde del 31 de diciembre de ese año, en la poza del apeadero, con motivo de la correspondiente celebración del Chapuzón del Resfriado.

Aquel proyecto coincidió en el tiempo con la etapa personal más crítica que me ha tocado vivir, de tal modo que la pequeña tarea sirvió para distraerme un poco de la angustia que entonces me asfixiaba. Comencé recordando a un poeta del siglo XIX, Enrique de Mesa, que refleja la belleza de esta zona en su poema: «Este libro es salud, aire de puerto, claro rumor de serraniegas aguas, fragante enebro entre canchales rotos, jara florida».

Seguí con Constantino Bernardo de Quirós, que describe así este paisaje con bella prosa poética: “Bajo el pinar, el agua clara, fresca, leve y armoniosa, fluye en los amables arroyuelos. Todo es allí hermoso, de un arte, a la vez, eterno siempre y siempre nuevo”.

Durante sus dos etapas en Segovia, Antonio Machado escribió más versos al tren y al paisaje guadarrameño del río Gudillos que a la propia ciudad del Acueducto. El tren era su cómplice durante su romance con Giomar, en Madrid: Por donde el tren avanza, sierra augusta, yo te sé peña a peña y rama a rama; conozco el agrio olor de tu romero,
vi la amarilla flor de la retama;  los cantuesos morados, los jarales blancos de primavera; muchos soles incendiar tus desnudos berrocales, reverberar en tus macizas moles.

Antonio Machado y Guiomar

Si seguimos además por el camino de la historia y la ciencia, es obligado entrar en el espacio de la familia Menéndez Pidal. En 1911, el matrimonio formado por Ramón y María pasa su primer verano en San Rafael. Al año siguiente levantan una residencia veraniega en la vertiente izquierda del Gudillos, junto al paraje de Las Fuentecillas, y le dan el nombre de La Casa Vieja. El edificio fue pasto de las llamas en 1927. Esta desgracia no rompió la vinculación de la familia con San Rafael ni con su río, ya que al poco tiempo adquirieron en sus proximidades un antiguo parador de la carretera, que desde entonces es conocido como Los Navazos.

Ramón Menéndez Pidal transportando «el pirulí» en que escribía al aire libre en Las Fuentecillas (San Ra­fael, Segovia). 1962

Don Ramón escribía sus trabajos históricos y literarios junto al arroyo, apoyado en una mesa de trabajo muy ligera, que llamaban “el pirulí”, construida con listones de madera de pino, que él mismo trasladaba hasta su lugar preferido, junto al río. Su hila Jimena casó con Miguel Catalán, prestigioso científico, que colaboró con Albert Einstein y que tiene dedicado a su nombre uno de los cráteres de la Luna, en reconocimiento a sus trabajos de investigación. Su hijo Gonzalo ha vivido con nosotros, en Los Navazos, hasta su fallecimiento, el 11 de diciembre del 2008. Basta recordar que en el verano de 1997, con motivo del VII Centenario de la Carta Puebla, pronunció una conferencia en el salón de actos del Ayuntamiento de El Espinar sobre La toponimia de El Espinar, con especial referencia a los parajes del río Gudillos. El nuevo teatro auditorio del municipio lleva su nombre en recuerdo a su vinculación con esta tierra y a su dilatada labor cultural y artística. Siguiendo los pasos de su padre recopiló romances y canciones. Le gustaba recordar esta estrofa: Cuanto más corre el arroyo,
más cristalina es el agua.
Cuanto más hablo contigo,
más me gustan tus palabras.


Gonzalo con Luicía del Pozo

Fruto de la singular visita del maestro Agapito Marazuela a Los Navazos, en torno a 1950, en compañía de Manuel González Herrero, Gonzalo tomó para su libro España en sus caminos este canto de entre los muchos recopilados por Agapito en su Cancionero de Castilla: «Si quieres que tu carro cante en la era,
échale cuatro pares de volanderas».

También siguió la senda del Cancionero el filósofo Diego Catalán, hijo de Jimena y Miguel.
En 1925, Rafael Alberti, emparentado con la familia Menéndez Pidal, a través de su esposa, María Teresa León, sobrina de María Goyri, consigue el Premio Nacional de Literatura por su obra Marinero en tierra, escrita durante sus veranos en un hotel de la travesía de San Rafael, junto a nuestro río. En esos años, publica su segundo libro de poemas La amante, dedicando a San Rafael (Sierra de Guadarrama) las canciones II: Si me fuera, amante mía y Zarza florida.

La primera edición de Marinero en tiera se elaboró en la imprenta de El Adelantado de Segovia

Jaime Gil de Biedma vivió en San Rafael los veranos de su infancia. El monte, el tren y el río templan la sensibilidad de un niño que, años más tarde, al revisar literariamente su niñez, dice: “Perder San Rafael, recién estallada la guerra, fue mi primera pérdida del paraíso”.

“Fueron, posiblemente, los años más felices de mi vida, y no es ex- traño, puesto que a fin de cuentas no tenía los diez”.

Similar sentimiento al de Jaime Gil de Biedma es el confesado por su sobrina Barbara Allende y Gil de Biedma, artísticamente conocida como Ouka Leele, que también pasó sus veranos en esa estancia. que los recordaba así: “Nací en Madrid y allí me daba la sensación de que todo era negro, pero en vacaciones iba a un lugar en el que descubrí la nieve, que primero me aterró pero luego me proporcionó una felicidad inmensa; allí, comprendí que se podían sentir cosas que en Madrid no se sentían. San Rafael fue un tiempo eterno, siempre al aire libre, en un bosque lleno de aventuras y juegos, en él aprendí de luces y colores, del extraño silencio sonoro, y descubrí el otro bosque que habita en mi alma, donde la felicidad era un revolcón en la nieve o comer moras silvestres”. El verano pasado, la artista Ouka Leele (Bárbara Allende y Gil de Biedma). Volvió años más tarde, una mañana del verano de 2018, Bárbara, ya enferma de cáncer de mama, vuelve a San Rafael en busca de emociones guardadas en su memoria, hace medio siglo, cuando esa casa y ese monte alumbraron su camino creativo: imitar a la naturaleza. Entre las casas solariegas del Robledal, en barrio de Las Peinetas, encuentra el chalet de su infancia entre las últimas edificaciones pegadas al pinar, ahora con el nombre de La Alberca, que desde hace varias décadas en propiedad de Paquita Sauquillo. A pesar de la popularidad de ambas mujeres, para ellas es una sorpresa el encuentro, así como las respectivas circunstancia personales con esa casa. Ambas mujeres, pasan la intensa mañana casando sentimientos comunes sobre San Rafael, el monte y el río Gudillos.

Deseada Pérez del Arco en La Alberca, entre sus dos hijos, José Luis y Paquita Sauquillo